Demasiados asientos vacíos para un vuelo low-cost. Desde la distancia,
observaba por mis prismáticos como aparecían a cuentagotas los allegados.
Pensaba que el círculo social de un piloto debía de ser amplio y esperaba más
asistentes en el entierro por el dramático e imprevisto suceso. Asesinarle sin
dejar marcas y hacer que pareciera un trágico suicidio me supuso una tarea
complicada pero, tras analizar el problema rigurosamente, era la única forma
que tenía de enseñarle un buen trozo de queso al ratón.
Mi
hombre aún no aparecía en escena pero confiaba que, con la mala noticia,
cometiera el error de salir de su escondite y dejarse ver. No sería normal que
un hijo no estuviera presente en el entierro de su padre. Se me acababan los
recursos, hoy era el día, tenía que finalizar mi trabajo. Mi cliente necesitaba
oír buenas noticias, comenzaba a impacientarse y eso perjudicaba mi reputación.
Fantástico. Me encantan siempre en tus relatos las sorpresas desconcertantes del final. ¡Muy bueno!
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